Nuestro querido párroco, Isaac Moreno, nos regala unas reflexiones para este domingo. Espero que os guste tanto como a mí.
«Bautismo del Señor y vuelta a la “normalidad”»
Concluimos este domingo el Tiempo de Navidad con la celebración del Bautismo del Señor. Este tiempo es especialmente intenso, ya que las celebraciones se suceden una tras otra, casi sin darnos tiempo a contemplar la profundidad que encierran. Efectivamente, en apenas dos semanas hemos celebrado el Nacimiento de Jesús el Salvador, la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y la Epifanía. Estas celebraciones litúrgicas se complementan con otras que no deben pasar desapercibidas para el creyente, ofreciéndonos la posibilidad de volver a ellas, incluso cuando pase el tiempo de Navidad, como son la celebración de San Esteban, primer mártir cristiano; la jornada de la Sagrada Familia, que este año ha llevado por lema “Los ancianos tesoro de la Iglesia y de la sociedad”; y, por último, la celebración en este domingo del Bautismo del Señor.
De esta manera, reflexionar hoy sobre el bautismo –el del Señor y el nuestro− no es una especie de ornamento innecesario en una obra de arte o un inútil tirabuzón en un salto a la piscina. Por el contrario, en medio de la actual crisis de fe, es una reflexión necesaria sobre nuestra propia fe, tratando de actualizar quién es Jesucristo y qué estamos llamados a ser los cristianos.
En el evangelio de Marcos –a diferencia de Mateo− destaca la personalización del relato del
Bautismo, poniendo de relieve que solo Jesús ve la apertura de los cielos y el descenso del Espíritu Santo. La voz del cielo no se dirige a los presentes, sino a Jesús mismo, expresándose en términos de relación «yo-tu»: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto». La experiencia personal de Cristo, situado en una fila con los pecadores, se convierte en punto de partida de la reflexión del cristiano, situado en el mundo en el cual Dios ha decidido habitar.
Con esta reflexión cerramos el tiempo de Navidad, que como se ha mostrado es una especie de acordeón que necesita volverse abrir una y otra vez para que la música suene en su completa armonía, para reflexionar así sobre toda su riqueza. En esta semana próxima, comenzará el Tiempo Ordinario. Iniciar un proyecto o una nueva etapa es un reto, un desafío, que se presenta cargado de dificultades y oportunidades. En efecto, el Tiempo Ordinario nos ofrece un nuevo marco para encontrarnos con Dios en lo cotidiano, en lo sencillo, en las cosas de cada día. Este encuentro, que se produce en la normalidad, es clave para poder descubrir a Dios en los momentos especiales (¿Acaso no fue especial el momento del Bautismo de Jesús o el nuestro?). Para poder reconocer la Voz que llama en lo extraordinario, es necesario haberla escuchado en lo Ordinario. En otros términos, si el creyente no se encuentra con el Misterio en el Tiempo Ordinario, tendrá dificultades para contemplar a Dios en los tiempos fuertes y en los grandes acontecimientos.
En definitiva, es necesario escuchar este domingo la voz del cielo y prestar especialmente atención a las veces que esa voz resuena entre los hombres. Así es la Palabra de Dios que se revela en lenguaje humano; de esta manera se produce la revelación del Verbo, que se conjuga en tiempos y modos divinos y humanos, ordinarios y extraordinarios.
Isaac Moreno Sanz
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