Esta parábola nos enseña acerca de la manera en que Dios quiere que las personas interactúen entre sí y que rompan todas las barreras religiosas y raciales. Dios quiere que todos se lleven bien sin importar de qué manera decidan adorarle. Esto se hace evidente en la historia por el samaritano que ayudó a un hombre que a su vez probablemente no lo habría ayudado en la misma situación.
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